Aditivos
Maltodextrina, aditivo E-621, inosinato sódico ¿qué son esos aditivos que están en las cosas que comemos?
Son muchos los ‘snacks’ industriales con los que pequeños y mayores pasan las horas, tanto en la calle como dentro de casa. Su ingrediente principal es el maíz o distintas harinas vegetales, pero mezclados con ellos existen otros, como aditivos o colorantes, algunos de nombre impronunciable o con una combinación de números difícil de recordar. Unos tienen mala fama y otros son más inofensivos de lo que probablemente se piensa. Y a continuación te enseñaremos a diferenciarlos con solo mirar la etiqueta del envase que los contiene.
Uno de los nombres más de moda en los últimos tiempos es el aspartamo o E951. Presente en ‘snacks’ sin azúcar o ‘light’, pero también en los chicles y en la bollería industrial, ha estado relacionado con efectos cancerígenos. Sin embargo, edulcorantes como este no causan cáncer por sí solos. El aspartamo, encima, ha estado sujeto a numerosos estudios en los últimos años, y todos han ratificado que no existe vínculo con la presencia futura de linfomas o riesgo de otros tumores.
No todos los edulcorantes o aditivos tienen tanto respaldo. Por ejemplo, el glutamato monosódico, GMS o aditivo E-621. Este nombre extraño hace referencia a un potenciador del sabor conocido por su capacidad para hacernos comer más. Presente en patatas fritas, patés y embutidos, además de hacer que nos atraquemos con guarrerías de toda índole tiene otros peligros: en dosis bajas destruye las neuronas del cerebro, por lo que no está recomendado para personas con alzhéimer o párkinson.
Eso sí, esta sal sódica está presente de forma natural en productos como el queso parmesano, los champiñones secos o la leche materna. En este caso, se le conoce como ácido glutámico. Es su aislamiento y conversión en sal lo que lo hace peligroso: al usarse en alimentos los hace más palatables (más gratos al paladar) lo que provoca que comamos más, así que mejor evita los ultra procesados que te decíamos al comienzo.
Hablando de sodio, otro palabro que nos podemos encontrar en las etiquetas de las tiendas de chucherías es inosinato sódico. Este potenciador del sabor, también visible con el nombre E631, está en ‘snacks’ y sopas en polvo, entre otros productos. Y dentro de nuestro cuerpo, es una bomba de relojería. Cuando se metaboliza, se convierte en ácido úrico, que provoca dolor en las articulaciones. Pero si esto fuera poco, hay que sumar síntomas tan variopintos como insomnio o hiperactividad. Vamos, mejor ni tocarlo.
Otro potenciador que se suele usar en conjunto con los anteriores es el guanilato sódico o E627. Sirve para incrementar el sabor sin necesidad de usar sal. Además de en estos productos, lo encontramos en los encurtidos o en las ‘pizzas’. Su peligro es tal que no se recomienda a niños ni a embarazadas. Además de gota, en grandes cantidades genera insomnio o irritación de las mucosas.
Azúcares artificiales
La maltodextrina es el siguiente de los elementos que vamos a analizar. Se puede comprar en forma de polvo blanco y proviene del almidón del maíz. En general, se usa para alargar la vida de los ‘snacks’, y funciona como un azúcar artificial. A pesar de su atractivo para la industria, los azúcares añadidos tienen muy mala fama por los efectos que causan en nuestro cuerpo a largo plazo: diabetes, obesidad, mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares… Por tanto, este será otro de los ingredientes que deberás evitar.
Otro azúcar añadido es la dextrosa. Se obtiene normalmente de almidón de cereales, como trigo o maíz, y es una forma química de la glucosa. Uno de sus principales usos es dar color dorado y más sabor a las patatas fritas. De acuerdo con médicos de la sociedad española de Endocrinología y Nutrición, este elemento favorece la diabetes tipo 2 y la obesidad a medio y largo plazo. También, a alta temperatura puede provocar la indeseable acrilamida, una sustancia cancerígena.
Toda la paleta (peligrosa) de colores
Y no son los únicos colorantes presentes en los quioscos del parque. Rojo 40, amarillo 6… Podría parecer el catálogo de Pantone, pero es algo más peligroso. Son colorantes artificiales.
El primero, conocido también como rojo lago o E129, está presente en ‘snacks’, barquillos o gelatinas. Un estudio encontró un posible vínculo con la hiperactividad infantil, por lo que no está recomendado su consumo en niños. Incluso, algunos países, como Estados Unidos, Suiza o Noruega, lo tienen prohibido. En adultos, puede provocar insomnio o urticaria y agravar los síntomas del asma. El segundo, que tiene el nombre más poético de amarillo ocaso y se usa en flanes o ‘snacks’, provoca los mismos efectos en pequeños y grandes.
Hay quien cree que las alertas de que estos colorantes provocan cáncer están algo infundadas, ya que los estudios se han hecho con grandes cantidades, mucho mayores de las que tomamos al comer. Por ello, el hígado debería ser capaz de descomponer las pequeñas partículas que ingerimos. Eso no quita que haya que limitar su uso.
Otros colorantes famosos son el amarillo crepúsculo o E110, que da el color naranja en ciertas marcas de nachos. Como los anteriores, en diferentes cantidades puede causar hiperactividad, insomnio o urticaria, y por eso está prohibido en Noruega.
La lista de palabros en ‘snacks’ es larga. También te puedes encontrar el polisorbato 80, presente en chicles y que a largo plazo es cancerígeno, mientras que a corto genera reacciones cutáneas. O el fosfato de sodio, un texturizador que, según un estudio, contribuye a enfermedades crónicas del riñón. Sin embargo, hay otros menos malos: el ácido ascórbico (la vitamina C natural) aumenta el tamaño de la ‘corteza’ en pizzas o bollos y no tiene grandes riesgos para la salud.
Pero no te agobies: muchos de estos aditivos, tomados de manera moderada y si no tenemos una alergia, no representan un problema demasiado alarmante. En cualquier caso, y aunque están autorizados para su uso en alimentos, mejor convendría evitarlos. La moderación, como en casi todo, es la clave.